martes, 28 de agosto de 2018

Atraco en Bicicleta Rosa

La mañana, a pesar de ser lunes, está siendo tranquila en el pequeño puesto de la Guardia Civil de un pueblo gallego bastante grande, pero de casas desperdigadas y sin casco urbano en las proximidades de una gran urbe.

A eso de las diez y cinco, según anotó cuidadosamente el guardia de puertas que estaba de servicio aquella mañana, un atracador de fiero aspecto, al que le faltan algunos dientes, vestido con un chandal del Ejército Español y con un anorak rojo sin mangas, de apróximadamente uno ochenta de estatura y no demasiado fuerte, penetraba armado con una escopeta recortada en la sucursal de la caja de ahorros que había en lo alto del pueblo, justo en el cruce. El guardia civil preguntó como dato añadido, que casi se le olvida, el medio de huida del delincuente: una bicicleta de color rosa “de esas de mujer”, precisó el director de la sucursal. Había sustraido casi tres millones de euros.

El miembro de la Benemérita siguió el protocolo habitual en estos casos, parte rápido a la central de servicios para que comunicase a todas las patrullas de la provincia el hecho, después avisó mediante una llamada al móvil a su comandante de puesto que se encontraba realizando  diligencias en algún lugar de la demarcación, todo dentro de lo normal, todo salvo algún que otro comentario jocoso por la emisora cuando la central de la Benemérita trasladó, vía radio como era norma, la incidencia a todas las unidades, con especial hincapié a las más próximas al lugar del incidente y comentó el hecho de que el atracador huía en una bicicleta de chica y de color rosa “de la cual por el momento se desconoce marca y modelo”.

Una bicicleta rosa, de mujer, un atraco con una bicicleta rosa -no dejaba de pensar el guardia civil- mientras salía al exterior del cuartelillo, por tomar el aire, prendió un cigarro tranquilo allí en la puerta, miró displicente el cartel de Todo por la Patria, la bandera que ondeaba en un lugar privilegiado y no se le iba de la cabeza lo de la bicicleta rosa. Ya está todo perdido -caviló- fieros atracadores en una bicicleta rosa y con recortada ¡la madre que lo parió!

De pronto, por el viejo camino, hace años asfaltado, que bajaba desde lo alto  del pueblo hacia el cuartelillo lo vio venir: chandal del ejército, anorak rojo, bicicleta rosa ¿Pero a dónde irá éste por aquí? Podía haber huido por la carretera general que era lo fácil, la tenía justo delante del banco, incluso podía haber bajado a la próxima ciudad desde allí perdiéndose enseguida entre la multitud, sin embargo el fulano de la bicicleta venía embalado por el camino equivocado que lo llevaba directamente al cuartel, pendiente de no salirse de la maltrecha cinta asfaltada y dar con sus huesos en algún zarzal o contra un arbol, ni vio al agente de la ley, solo percibió su tricornio cuando escuchó el pertinente ¡Alto! ¡Guardia Civil! En ese momento puso su mejor cara de susto, descompuso todo lo que pudo las formas, no encontró los frenos de la bicicleta rosa, giró el manillar para donde no era, y dio con sus huesos contra una de las gruesas y no muy altas palmeras que ornamentaban la fachada del cuartelillo. La recortada, algunos cartuchos, y un montón de billetes salieron despedidos de una bolsa de basura negra que el fiero atracador portaba en un bonito cestito blanco que estaba instalado en el frontal de la bicicleta y que había quedado completamente destrozado.

El guardia, sin dejar de encañonarlo con su arma reglamentaria que por precaución había desenfundado, le colocó rápidamente los grilletes al desorientado admirador de Caco, recogió la escopeta del suelo descargándola junto con media docena de cartuchos de postas y ayudado por los dos vecinos a los que acababa de saludar, y que presenciaron asombrados el suceso, recogieron los billetes, dio las gracias a sus improvisados ayudantes, metió todo, delincuente incluido, en la oficina del cuartelillo, después, tras calmarse ligeramente, dio por teléfono el preceptivo parte a la central y a su sargento con la extraña novedad. Todo estaba bajo control -pensó ya más tranquilo- metió al maltrecho delincuente en el calabozo, que salvo el orgullo herido no parecía tener mayores lesiones que algún moratón que aparecería horas más tarde.

Volvió a salir a la puerta, por esperar al sargento a la sombra del porche del cuartelillo, empezaba a hacer calor y se estaba mejor en el exterior.

Segundos después, aún estaba meditando sobre aquello de un fiero delincuente atracando bancos en una bicicleta rosa, llegaban en un coche una madre y su hija, querían denunciar el robo de una bicicleta rosa, con un cestillo blanco en el frontal que le habían robado a la hija a la puerta de la farmacia, justo la que hay al lado de la caja de ahorros del cruce, según explicó, bastante disgustada, la que por edad sin duda era la madre.

-No se preocupen, la hemos recuperado hace unos minutos, solo hay un pequeño problema, tiene destrozada la cestilla portabultos.
Las mujeres, con gran asombro, agradecieron enormemente la eficacia de la Guardia Civil en su servicio.

Mientras hacía el papeleo pertinente para entregarle a la propietaria su bicicleta llegó el sargento, el guardia se puso en pie, firme pero con discrección, y dio el somero parte.
-A la orden de usted, mi sargento, sin novedad en el servicio. Hemos detenido al atracador de la caja de ahorros y recuperado una bicicleta sustraida que portaba el autor del robo.

-¡vaya! -sonrió el sargento- me encanta que las mañanas de los lunes sean tranquilas.

lunes, 27 de agosto de 2018

La bicicleta del güelo Selmo


Las seis de la mañana en La Güeria, las dan las campanas del reloj que Selmo tiene en las escaleras que llevan a la planta superior de la casa.

Se levanta sin hacer demasiado ruido, para no despertar a la mujer y a los guajes, aún es demasiado temprano para que vayan a la escuela, es tan temprano que aún no ha salido ni el sol en el valle que forma el Candín.

Selmo frota las manos con fuerza cuando sale al frío exterior. Hace el frío justo para que el viejo y raido chaquetón de paño marrón que lleva puesto no sobre. Se consuela pensando que en la mina entrará en calor, prefería el calor de la cama y la tibieza del cálido cuerpo de Anuncia.

Conecta la dinamo de la vieja bicicleta azul con frenos de varilla, coloca el pie izquierdo en el pedal del mismo lado, da unos golpes con el otro pie en el suelo, la bicicleta, ya sin marca de puro vieja, comienza a rodar algo tambaleante, Selmo alza la pierna, la pasa por el sillín y da las primeras pedaladas hacia el Pozu Cabritu. Veinte años ahí ya -piensa echando un juramento- duele el cuerpo de picar carbón, pero no hay otra, hay que seguir.

Y en los inviernos con nieve la misma rutina, pedaleando de La Güeria a la Felguera, tres kilómetros de suave descenso salvo alguna que otra subida, que ya van costando y a cada año cuestan más, y lo peor es a la vuelta, que hay más pendiente y vienes reventado de picar carbón, quien pudiera tener un coche, o una moto aunque fuera pequeña, pero no hay de donde, los guajes se llevan lo poco que gana, la casa el otro poco y lo que queda, para tomar unos culines de cuando en cuando o darse un capricho con la mujer, un capricho pequeño, ir a alguna fiesta, a comer a un prado, pequeños momentos de felicidad que hacen que la vida valga la pena.

Lo peor es el invierno, con la lluvia -Selmo mira al cielo, aún no llegó el invierno, pero poco le falta- o la nieve. Pedaleando con madreñas y paraguas. Vicente, el gallego que pica carbón en el Cabritu, después de picar o de dejarse picar unos años por los moros en África, se ríe entre dientes, cree que los asturianos somos unos seres extraños por eso de montar en bicicleta con madreñas y paraguas, para un circo que nos llevaba a todos, dice el puñetero gallego.

El tiempo pasa y la vieja bicicleta sigue llevando a Selmo al Cabritu, un día tras otro, haga sol llueva o nieve, que si vas con cuidado por las rodadas de algún camión malo será, cuando hay mucha nieve, tres kilómetros a pie al ir y los mismos para volver, pero cansado. Los patrones bien, en coche y con chofer, que ya podían poner un autobus.

Y llega la tos, el médico de La Felguera diagnostica silicosis, y menos mal que los chavales ya van grandes, que mira tu, peseta a peseta, pedalada a pedalada, lograron estudiar algo y ya se pueden ir defendiendo.

Y los años siguen, y esa tos maldita que sale de unos pulmones negros, y la cama, que si eres minero, tienes silicosis y te metes con esa tos en la cama vas para el hoyo en menos tiempo del que tardan las campanas del reloj en dar las seis de la mañana.

Una tarde gris las campanas de La Güeria suenan a difunto, y los compañeros de Selmo lo portan a hombros a la cercana iglesia en su humilde caja de pino, y la vieja bicicleta sin marca, con más negro de carbón que azul en sus metales, lo mira pasar desde la puerta, lo mira con su foco que lleva años sin funcionar.

Antes de marcharse, llevándose a la madre para Gijón, que ya está mayor y hay que cuidarla, uno de los hijos lleva la vieja bicicleta para el desván, y allí queda, un año, otro, otro... Y los nietos de Selmo, que no los vio crecer por la maldita silicosis, vienen los fines de semana con los padres, y aún con la abuela, a la casa de la Güeria, y van creciendo y estudian, y trabajan.

Fue una tarde de reunión familiar en la vieja casa familiar, el hijo mayor de Selmo sacó la bicicleta a la calle, los neumáticos negros, aún con restos de carbón de la mina, desinflados, quebradizos, algunos radios sueltos, el viejo sillín de cuero que tantas veces llevó al padre camino del pozo roto, las varillas de los frenos sueltas y oxidadas, óxido por todos los viejos metales, oxido honrado, de humedad, de mañanas frías, de lluvia y de nieve.

-Mira hijo, es la bicicleta del abuelo, habrá que tirarla
-¿tirarla? -el nieto pensó unos segundos, mirándola- podríamos… no se… restaurarla
-¡cagonmimantu! ¡Esto no hay por donde cogerlo! ¿quién la restaura?
-hay un taller en Gijón.

El hijo de Selmo miró con cariño la vieja bicicleta, en la que tantas veces había visto llegar a su padre.

La bicicleta del abuelo Selmo se ve por el paseo de San Lorenzo, por Poniente o por el LLano, los viandantes que pasean se paran a admirarla, se deleitan con su color azul vivo, sus lineas doradas que decoran sus perfiles, con su perfecto sillín de cuero, su bombín plateado, hasta marca vuelve a tener, las ruedas… las ruedas, a veces el más pequeño de los nietos de Selmo consigue una piedra de carbón y se la pasa por los neumáticos, después trata de imaginar al güelo, con sus madreñas y su paraguas, pedaleando en las oscuras y lluviosas madrugadas del invierno camino al pozo, imagina que está en algún lugar a donde van los hombres buenos cuando parten de este mundo y le da las gracias, por todo.

martes, 26 de septiembre de 2017

Isla de Ons

Tan cerca y a la vez tan lejos, llevo por aquí, en la provincia de Pontevedra más de media vida y sin embargo, unas islas, tan cercanas, apenas fueron visitadas por mi, las islas Cies un par de veces la isla de Ons nunca. Otras del Parque Nacional Islas Atlánticas, salvo que surja algún amigo con barco raro será, pero estas dos: Cies y Ons están bien comunicadas con tierra firme, tan comunicadas que hasta las navieras que realizan el transporte de personas parece que infringen ultimamente la ley llevando a más personas de las debidas a Cies dadas sus particularidades como parque nacional. Ons está habitada, y sin embargo... tan lejos.

Paradas de la vida: un centollo muerto justo donde está protegido de los pescadores, no deja sin embargo de mostrarnos la riqueza de las aguas atlánticas.

sábado, 7 de marzo de 2015

Xenerais do Ulla (carnaval tradicional en la comarca gallega del río Ulla).

No es cuestión de hablar, como muchos otros, sobre la etimología de la palabra Carnaval, o de las palabras que sirven para designar este evento del calendario católico anual (si, si, claro que es fiesta católica, por mucho que algunos no lo quieran ver), para eso hay cientos de páginas regidas por gente más experta que quien edita esta. Incluso las hay que nos explican de donde vienen las palabras Antroido o Entroido, según la zona, tal y como en gallego se denomina esta fiesta. En este reportaje vamos a ceñirnos a uno de estos entroidos tan particulares de Galicia, el conocido como Xenerais da Ulla.

Xeneral a galope en la parroquia estradense de Santeles 
(picar en las imágenes para verlas en grande).

jueves, 16 de octubre de 2014

Ruta da Pedra e da Auga (Ruta de la Piedra y del Agua).

Desde que sufrimos la gran desgracia de que Rajoy sea presidente del gobierno (y cualquier otro político sería una desgracia igual o mayor) se hizo más famosa esta ruta en la provincia de Pontevedra. Hablo de la PR-G-170, un sendero de menos de siete kilómetros que a buen seguro llenará plenamente nuestros sentidos.




domingo, 18 de agosto de 2013

Humildes piedras con nombres y apellidos

No se en otros idiomas, pero en gallego hay un monto de nombres para designar piedras y sus formas: perpiaño, laxas, chantos, lousas, casqueiros, pastas, penas, bolos... son los que se me vienen a la cabeza así, a bote pronto, sin mirar ningún diccionario ni cosa por el estilo.

lunes, 29 de abril de 2013

Barcia de Mera ¿Galicia mágica o... supersticiosa?

¿Por qué la gente deja ahí estas cruces?

Es mucha la gente que viene a Galicia buscando de algún modo su lado mágico, raramente lo encuentran, como mucho algo de "celtismo" en el castro de Santa Tecla o en algún otro que tengan la suerte de visitar, bien porque se lo hayan dicho bien porque la excursión, confeccionada por algún turoperador, los lleve a alguno de estos lugares cargados de historia y quizás de un atisbo de mágia, pero me temo que no, ahí no encontrarán lo que buscan, para eso hay que conocer un poco más esta tierra o adentrarse en rincones perdidos de ella, uno de ellos bien puede ser Barcia de Mera, en el municipio de Covelo, en Pontevedra.

jueves, 4 de abril de 2013

Mondariz: tristeza del agua

Uno es como es, vivió lo que vivió y lo educaron, para bien o para mal, como lo educaron. Por eso, por  ser como soy y por mis circunstancias la verdad es que no soy el más acérrimo defensor de balnearios y spás (curiosa palabra) que puede haber en el mundo, es más, ni los frecuento. Me producen una tristeza, una melancolía rayana en lo depresivo. Si, si, ya se que no tiene porque ser así pero...

viernes, 28 de septiembre de 2012

A Juan Tomás Martinez

El día 5 de Agosto del año 1.904 D. Pedro Pidal, marqués de Villaviciosa se unió al Sr. Gregorio Perez con una cuerda de cáñamo y ascendieron por primera vez al pico Urriellu, el Naranjo de Bulnes, en Asturias, el marqués llevaba unas alpargatas, Gregorio cuentan que lo hizo descalzo. Hoy en día seguro que alucinarían con algunas de las muchas y buenas botas que venden para escalada, del resto de material ya no digamos. En esa ascensión crearon la vía Pidal-Cainejo (Gregorio era del pueblo leonés de Caín, de ahí el apodo) Así comenzaba la historia de la escalada en España.